Es evidente la importancia del producto audiovisual a día de hoy. En el caso de Estados Unidos, el cine es un terreno de esta índole que ha venido creciendo en los últimos años de forma exponencial.
Desde niños absorbemos como esponjas la cultura americana a través de televisión, pero sobre todo a través de la gran pantalla. El cine americano ha saturado de forma voraz las salas en Europa y en el mundo entero, aunque de esto ya nos advirtió Sinclair Lewis en una de sus entrevistas que abordaban el tema del crecimiento del cine: “Algún día el cine americano triunfará y entonces, América dominará el mundo”. Quizá no domine el mundo en su totalidad, pero desde luego sí el mundo cinematográfico.
Muchos de los prejuicios que tenemos a día de hoy son en parte resultado de los estereotipos que consumimos a través de las películas. De ellas, una gran mayoría son estadounidenses y debemos reconocerlo: más del 90% del cine que consumimos por regla general proviene de Estados Unidos.
A parte de la procedencia de la cinematografía que consumimos, debemos tener en cuenta que el insignificante hecho de ver una película no concluye en su simple visión, el proceso de absorción va más allá: una parte de la mente se impregna con el comportamiento y la personalidad que se asocia al simple aspecto de una persona, y esto que puede llegar a condicionar nuestras actuaciones en sociedad.
Si esto es así, dicho aspecto merece un estudio profundo que consiga analizar cada uno de los roles para tener en cuenta una serie de puntualizaciones acerca del producto audiovisual. No todo es como lo vemos en las películas, se trata de la ilusión de realidad que e nos transmite a través del servicio audiovisual: la realidad fílmica. A veces situamos esta realidad más lejos de la fantasía de lo que está, apoyados en una única pregunta: ¿Sería ético mentir a través de un material accesible para tantas personas?
Para empezar con el recorrido por la cinematografía americana hay que reconocer que en ella predomina una gran cantidad de estereotipos sexistas acentuados de manera descarada. Como primer paso, me dispongo a analizar los roles en las películas protagonizadas por adolescentes, ya que hoy en día son muy consumidas, sobre todo por el público de esta edad.
En los filmes ambientados en el instituto y la universidad se establecen unos roles o etiquetas bastante diferenciadas que separan, y aun más, distancian, dos bandos sociales: los chicos y las chicas que gozan de una mayor popularidad son los que mejores cualidades físicas poseen; y por otro lado, los discriminados o impopulares son los inteligentes en matemáticas o ciencias, los que visten de forma más alternativa y los extranjeros.
El primer grupo, el de los triunfadores, suele estar compuesto por varones corpulentos, atractivos y que practican deportes como rugby o béisbol. Las chicas de este bando son delgadas, altas, rubias y a menudo, visten de rosa. Este grupo se encuentra obsesionado con su aspecto y suele ser bastante necio (o al menos así queda representado). El segundo grupo, el de los perdedores, se compone de los llamados “friquis”, cuya prioridad son sus estudios y no las compras o los deportes; suelen llevar camisas de cuadros y gafas. Al unísono, podríamos incluir en este grupo alguna persona de raza china (también catalogada como “friqui”) y los más alternativos. Y ahora, pensemos, ¿cómo puede afectar esto a los adolescentes que ven estas películas? ¿Es la vida en el instituto y en la universidad blanca o negra? ¿No se puede ser popular si no se tienen estos atributos físicos?
¿Tienen estas películas efectos en la vida ordinaria de los adolescentes? La respuesta es sí. Estamos cansados de ver un aumento en el número de chicas que sufren anorexia en la etapa adolescente, al igual que de chicos que comienzan a ir al gimnasio. Por lo visto o lo demostrado en estas películas, solo se puede pertenecer a la élite o a la minoría que pasa desapercibido. Se premia la buena forma física, se desprecian los cuerpos y caras feas.
Dejando a un lado los roles más claros en la vida estudiante de América, otro estereotipo muy acusado en los filmes estadounidenses es el de las mujeres negras. En una gran mayoría de las películas de esta nación aparece una mujer de color, pero no una mujer de color cualquiera, suele ser corpulenta y un tanto basta. ¿No es este encasillamiento de las mujeres de color denigrante?
En consenso con la aparición de una mujer negra, también suelen aparecer varones negros con dotes para el baile o el cante. Puede parecer que el cine americano muestra a estas personas de forma positiva, resaltando sus dotes, pero en realidad se trata de racismo encubierto, expuesto de forma un tanto sensibilizada; caso similar es el de los chinos, etiquetados como los “cerebritos”.
Como podemos comprobar, el cine norteamericano tiene una gran importancia en la difusión de estereotipos, además de los mitos y tópicos que crea y emite. La perspectiva cultural americana dominante enmarca a su sociedad según su diferencia étnica, nacional y religiosa, lo cual queda reflejado en las películas. Eugene Pascal cataloga este pensamiento de la siguiente manera: “La sombra colectiva: emana del inconsciente colectivo y es una manifestación del aspecto oscuro de Sí Mismo que es capaz de ser proyectado sobre grupos minoritarios o naciones enterasʺ (Pascal, 1998, p. 138).
Además de estos clichés americanos, existen muchos otros. Las películas norteamericanas emiten diversas imágenes sobre la sociedad latina que pueden crearnos ciertos prejuicios. Si prestamos atención a las películas de Hollywood que cuentan con actores latinos, podemos observar que los hombres con frecuencia interpretan papeles de albañil, obrero, jardinero o chófer, siempre trabajadores mal pagados. Por su parte, las mujeres tampoco se libran, ya que les asignan papeles como limpiadoras o parte del servicio de una casa cuyos dueños poseen un alto nivel económico. ¿En cuántas ocasiones se ha podido ver a una persona latina interpretando a un alto ejecutivo de gran fortuna? Prácticamente nunca. Hollywood los representa como seres inferiores.
El aclamado Hollywood en ocasiones pretende inferirnos una mirada sarcástica a nosotros mismos, pero a nosotros mismos abducidos por la realidad creada en América. No existe la etnia americana que se muestra en las películas, se trata de una simple realidad fílmica. ¡Hay rubias inteligentes que visten de rosa!, ¡hay mujeres de color sofisticadas! Una gran parte de la sociedad no se percata de la existencia de estas excepciones, ya que lo normal es etiquetar a las personas por su aspecto, en conformidad con los mandatos para la clasificación de roles que lleva intrínseco el cine americano.
Del lado feminista, o más concretamente de la igualdad, el cine y la televisión americana refuerzan y legitiman los estereotipos sobre la mujer. Es frecuente que las mujeres interpreten papeles secundarios o papeles que siguen una línea que no se desvía de los tópicos tradicionales. Esto contrae un efecto acumulativo y repetitivo (ya que se repite el mismo rol femenino en muchas producciones) que hace que la sociedad vea a la mujer así representada a nivel social. Se configura una imagen sobre la mujer anclada en el pasado.
De cara a esta realidad se va consolidando y aun más, reforzando, la asociación de mujer con el objeto, el objeto bello. El resto de sus cualidades puede ser víctima de dos acciones: o que se les de poca importancia, o que apenas aparezcan representadas; lo que resulta humillante para el género femenino. En numerosas ocasiones la mujer suele aparecer cómo un títere dispuesto a ser consumido, expuesto para eso mismo.
Creo que ya no existe ninguna duda (o no debería existir) para el lector de este ensayo de que el cine americano está lleno de mitos e iconos, símbolos que no están siempre en armonía con la realidad. Por añadidura, se deduce que este cine puede crearnos una visión equivocada de los distintos grupos sociales, ya que tras el consumo curricular de las películas de esta índole inconscientemente asociamos a cada aspecto una actitud.
Definitivamente la cinematografía americana está plagada de estereotipos culturales, raciales y sexuales. Al principio se extendían por las películas de forma sutil, pero poco a poco estos estereotipos han ido cobrando fuerza de una manera verdaderamente desgarradora. Todo comenzó con ciertas expresiones en los guiones y comportamientos peculiares que pasaban desapercibido, hasta que encontraron el modo de que una serie de roles adjudicados a determinados tipos de personas se fueran perpetuando en el tiempo y que han terminado formando parte del presente.
El cine, por el simple hecho de tratarse de un arte popular y en muchas ocasiones, volcarse en el reflejo de la realidad, es particularmente susceptible a la contaminación de estereotipos, que en ocasiones resultan absurdos (sobre todo los más hirientes). Está claro que la diversidad cultural nos enriquece a todos, pero ¿es estrictamente necesario crear roles con connotaciones tan negativas? Mejoraré mi pregunta, ¿es necesario etiquetar a las personas que cumplan con los requisitos físicos acordes a estos roles? Veamos cine americano, pero sin dejarnos persuadir por él, ya que la realidad y el cine se encuentran profunda y enteramente mimetizados.